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9 Sep 2015

LA FELICIDAD

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Os voy a contar una historia que me contó una antigua compañera de trabajo, a ella a su vez se la había contado un alumno de una empresa a la cual dábamos formación en Gijón por allá por el 2007:

Locomotora de tren

“Un viajante se bajó del tren en un pueblo pequeño y lejano donde tenía que trabajar durante unos días. Llegó a una hora tardía y la estación estaba completamente desierta, así que cogió su maletín y salió a la calle para buscar un taxi que le llevara a su hotel. Le sorprendieron dos cosas: que no se viera por los alrededores vehículo ni persona alguna, y que para salir de la estación y llegar al pueblo tuviera que atravesar un cementerio. No era hombre de dejarse llevar por el miedo y se dispuso a adentrarse entre las tumbas, que bajo la luz de la luna presentaban un aspecto un tanto fantasmal. Para distraerse se entretuvo leyendo alguna de las lápidas mientras pasaba y después de haber leído unas cuantas se detuvo y horrorizado cambió a otra parte del cementerio donde siguió leyendo lápidas para comprobar que sus sospechas eran ciertas: todos lo que estaban allí enterrados eran niños. Todos los que yacían bajo las lápidas habían muerto a edades muy tempranas, no encontró a nadie que hubiera vivido más de 18 años. Recorrió los pasillos de aquel cementerio buscando una sola persona que hubiera alcanzado la edad adulta, pero no la encontró. «Antonia Fernández. Ocho años», «Luis García. Catorce años», «Carmen Gutiérrez. Tres años». Salió del cementerio helado de miedo preguntándose qué ocurría en aquel lugar para que todos los niños murieran pronto y el pensamiento no lo dejó dormir.

A la mañana siguiente salió temprano para visitar a sus clientes. A la luz del día el pueblo dejó de parecerle sombrío y tenebroso como la noche anterior. Era un lugar pequeño, acogedor, donde todos se conocían y se llamaban por su nombre. La gente era amable, daba los buenos días con una sonrisa y se paraban a charlar, sin embargo una vez más había algo extraño en ellos. Todos los habitantes llevaban colgado al cuello una cadena y de ella pendía un pequeño cuaderno. Absolutamente todos lo llevaban. Las cadenas eran más gruesas, más finas, de oro, de plata, los adolescentes las llevaban de brillantes y coloridos plásticos, las señoras elegantes combinando con el color de su ropa, los cuadernos también eran distintos, los de la gente joven parecían estar casi intactos y vio a algún anciano con las páginas amarillentas y dobladas, como de haberlas pasado muchas veces. Observó perplejo aquella tradición intentando preguntarse cuál sería su origen, pero no pudo encontrar una explicación razonable. En ocasiones veía que alguien se detenía, sacaba un bolígrafo y hacía alguna anotación en su libreta, pero no se atrevió a pararse y preguntar qué estaban escribiendo allí ni por qué llevaban aquel cuaderno colgado.

Cuaderno de notas

Al tercer día, la última noche que iba a pasar allí, uno de sus clientes le invitó a tomar una copa. Hablaron un poco de todo, el trabajo, los negocios en común, el tiempo… El cliente le preguntó su opinión sobre el pueblo y el viajante le dijo que todo le había parecido muy bonito y agradable, pero le entristecía ver la alta tasa de mortalidad infantil que había. El hombre se mostró muy sorprendido por sus palabras «¿Mortalidad infantil?», dijo asombrado, «Si aquí la mayoría de la gente se muere muy viejecita, este clima es muy sano» Entonces el viajante le explicó su paseo por el cementerio la noche de su llegada y como había leído montones de lápidas buscando la tumba de un adulto sin éxito. El cliente se rió:

«¡Ah, a eso se refiere! Verá, ¿no se ha fijado usted que aquí todos llevamos un cuaderno colgado del cuello?», dijo señalando el cuadernillo verde que él mismo llevaba colgando de una cadena de plata, «Cada vez que uno de nosotros vive un momento completamente feliz, cogemos un bolígrafo y lo apuntamos, ¿lo ve?»

El viajante pasó las páginas del cuaderno que le ofrecía el hombre y leyó innumerables anotaciones escritas a mano: «He salido con Lucía: Dos horas de felicidad», «He comido un helado de fresa: Cinco minutos de felicidad», «Ha nacido mi primer hijo: Tres días de felicidad», «Ha ganado mi equipo: cuatro horas de felicidad». Su cliente le dejó hojear la pequeña libreta antes de continuar:

«Cuando alguno de nosotros muere, cogemos el cuaderno, sumamos el tiempo de felicidad de esa persona y eso es lo que ponemos en la lápida, el tiempo que ha sido totalmente feliz, porque eso es lo que cuenta de verdad en la vida, los momentos en los que hemos sido felices»
El viajante comprendió entonces el misterio de aquel cementerio que tanto le había impresionado, pero le quedaba una última duda, una pregunta que tenía qué hacer:

«¿Y por qué apuntar la felicidad en un cuaderno? ¿Por qué no vivirla sin más?»
Y el cliente, cerró su cuaderno con una sonrisa y respondió:

«Porque así no la perdemos nunca. Es fácil olvidar esos pequeños momentos en los que hemos sido felices, a veces por cosas insignificantes, pero si los anotamos siempre están ahí, podemos abrir nuestra libreta, pasar las hojas, recordar cada uno de esos instantes y sentirnos felices de nuevo. Si no lo hiciéramos algunos se perderían para siempre en el olvido y la felicidad es demasiado valiosa para perderla»

El viajante no dijo nada. Terminó su copa y el cliente le acompañó hasta la estación. Atravesó el cementerio y le pareció completamente distinto del día anterior, casi un lugar alegre. El cliente esperó con él a que llegara el tren, se dieron un apretón de manos y el viajante subió a su vagón. Cuando se asomó a la ventana para despedirse con la mano, su cliente había sacado un bolígrafo y estaba anotando algo en su cuaderno. Nunca supo qué.

Al día siguiente el viajante compró una cadena y un pequeño cuaderno, dispuesto a que desde entonces no se le escapara ni un sólo momento más de felicidad.”

Me contaron esta historia hace ya uno años y quiero dejarla plasmada en este primer post del Blog porque tiene un hilo conductor que se identifica completamente con este nuevo proyecto que ahora comenzamos , y es la felicidad. Todos los miembros de nuestro equipo (incluyendo obviamente a todo el personal de AFA Formación) estamos felices de botar este submarino que ahora parte del puerto con un rumbo muy claro y definido, la ilusión por enseñar y compartir experiencias, en este caso en inglés.

Os quiero presentar, por tanto , a todos vosotros esta nueva web de un proyecto ilusionante. Personalmente lo considero un sueño hecho realidad.

Quiero agradecer a Pablo y José Manuel toda la confianza que han depositado en mí y sobre todo en este ambicioso proyecto, gracias por hacerlo realidad.

Por otra parte, pedir disculpas a todos mis compañeros de AFA porque sé que soy culpable, en parte, de que lleven varias semanas tragando polvo, aguantando ruidos y moviendo sus puestos de trabajo de un sitio para otro, por culpa de las obras en el centro. Sorry guys, and many thanks for your support and understanding !!

Por último , felicitar al equipo de Sabia Decisión por la web y la imagen corporativa que han diseñado para nuestro centro. Well done guys !!

Ahora los protagonistas pasáis a ser vosotros, los alumnos. Así que pasad y sentiros como en casa.